Impulsos

Hay unas sensaciones que provienen de la pintura, más certero aún, que se potencian en ella; están relacionadas directamente con la observación e inserción sobre la materia, sería como un impulso de acumular materiales y posteriormente tocarlos con los ojos o con lentes que permitan acercarse tanto hasta que veamos en ellos otro sistema, aunque podría ser una aceptación del no tocar, un freno ante el temor de intervenir en algo que no nos corresponde, como si el intervenir rompiera un proceso que habita un sistema al que, aparentemente, se es externo.

La sensación es orgánica, cómo orgánica: del encuentro de dos organismos que cohabitan pero que son distintos, aunque alguno de los dos se permitiera mirarse en el otro o incluso encontrarse. He creído que dibujar una lechuga es más autorretrato que el dibujarse a sí mismo.

Y qué sale de dicha observación minuciosa: la contemplación de un sistema que se intuye está en movimiento y que se nos presenta casi invisible. Por ejemplo: si una naranja partida permanece a la intemperie, al cabo de un tiempo algo habrá cambiado y la eficacia de permanecer frente a ella el día entero para observar su cambio es casi nula, no la vemos cambiar paso a paso ¿Qué es lo que me intriga de dicha acción? La presencia de la energía, podría llamarla: de las fuerzas invisibles, aquellas que no son capturables de manera directa en conjunto con la inserción de la energía en la materia y la interrelación natural de ésta con el medio.

Aquí existen dos puntos de encuentro:
Los cambios naturales de la materia y el proceso pictórico invisble.